Thursday, December 08, 2005

Contentos con su Infierno


Aquel día los ángeles y los santos estaban inquietos, no los tranquilizaba pensar en los pobres demonios del Infierno y en lo mucho que estarían sufriendo allí.

Acudieron al buen Dios y le expresaron su preocupación. Observando el Hacedor los rostros de sus interlocutores, les dijo:


"Si vosotros queréis salvarlos, yo no formularé problema alguno en que vayáis al Infierno y converséis con ellos. Si esas creaturas desearan venir a vivir aquí, al Cielo, que lo hagan. Yo no colocaré reparo alguno."

Animados partieron estos santos seres. Se dirigieron al reino de Satanás para proporcionarles una buena nueva a los demonios que, de seguro, mucho sufrían.

Llegaron a las puertas del Infierno en donde el demonio-portero los dejó pasar. En esta región del Erebo les correspondió observar a los demonios más jóvenes quienes estaban entusiasmados picaneando a unos condenados con sus tridentes sin compasión alguna. No se dieron por enterados de la presencia de las recién llegadas visitas.

Los santos seres siguieron caminando y pudieron ahora visualizar a los demonios adultos los cuales estaban jugando en unas apuestas simples de cara o sello. Habían formado dos filas, la de los que elegían la cara de la moneda y la de los que preferían el sello. En sus bolsas traían las cantidades apostadas. Un demonio de color ébano y largas uñas hacía de jefe de juego. Lanzaba la moneda y, según el resultado, los demonios ganadores recibían sus premios y los perdedores entregaban el dinero perdido. Todo se realizaba con una disciplina y una honradez ejemplar. La atención de los demonios adultos estaba en el juego y poco se preocuparon de la celestial visita.

Arribaron luego los piadosos seres a un lugar donde abundaba el pasto corto; allí reposaban, tendidos en el suelo, los demonios más viejos quienes bebían un líquido semejante a aguardiente con miel; sus caras mostraban un aspecto de calmada somnolencia y en sus labios se dibujaban sonrisas, las sonrisas de seres muy satisfechos.

Uno de los ángeles les dijo:

"Habitantes de este Infierno, sabido es que ustedes han sufrido mucho en este lugar de penurias. El Dios Todopoderoso nos ha permitido venir hasta aquí para invitarlos a vivir en la felicidad del Cielo."
Uno de los demonios le respondió:

"Nosotros también quisiéramos, angelito, que usted y los suyos se quedaran a vivir con nosotros. Ustedes habrán observado que nosotros no somos infelices en este lugar, aquí lo pasamos muy bien, somos muy felices, estamos muy contentos y creemos que no puede haber un mundo mejor que el nuestro".

Los santos y los ángeles cayeron en cuenta que nada tenían que hacer allí. Al salir del Averno ni siquiera pusieron interés en unos demonios chillones, de edad desconocida, que jugaban a empujarse y hacer demostraciones de fuerza unos con otros y que se divertían viendo caer al suelo a sus oponentes. Era un juego simple que mucho los entretenía y no concebían cómo esta gente extraña que había venido a verlos no se interesara por sus juegos.

Los piadosos viajantes, estupefactos, volvieron al Cielo. Allí los esperaba aquel sabio Dios quien con su mirada lo decía todo.
Entonces, entendieron. Sí, aquellos demonios estaban contentos con su Infierno y no habría mundo alguno que proporcionara tanta dicha y contento- propia para demonios- como ése en el cual ellos vivían.

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