Thursday, February 16, 2006

En el Lugar de las Cosas Extrañas


Samuel llegaba todos los días, de lunes a viernes, a ese lugar, allí tenía su oficina. No se ubicaba en el centro de la ciudad, sino en lo alto de un cerro, donde termina el poblamiento urbano para dar paso a un ambiente rural. La gente allí levantaba sus casas en la medida de su esfuerzo. No era un poblamiento miserable, pero sí muy desordenado.

En el mes de septiembre se percibía un clima de fiesta y los rostros de los habitantes demostraban una no oculta alegría. Sabían que ocurrirían hechos divertidos, que los llenarían de felicidad. Muchas preocupaciones habían en sus vidas, pero habían aprendido que cuando la diversión viene había que recibirla con mucho contento..

Llegó a la oficina de Samuel un señor en la cincuentena de su vida, era la cara afable de don Ernesto , una persona nacida en el barrio, un conocido deportista y un varón muy respetado por todos los vecinos. El se encargaba de la revista deportiva del Juvenil del cerro, Samuel le ayudaba en la redacción.
- Los vecinos están alegres, don Ernesto. Se nota en sus miradas un aire de Fiestas Patrias.
- Y, usted, don Samuel, no sabe lo que ocurre aquí. Además de los jolgorios que surgen en esta fecha, también tenemos la gran pelea. Desde pequeño presencié este verdadero acontecimiento que ocurre en este lugar. Dos mocetones se enfrentan en estos días del dieciocho, en un ring de box que los vecinos levantan con apoyo en materiales de parte del dueño del fundo. Se repleta de gente la hondonada donde ocurrirá la pelea. Se colocarán adornos y serpentinas. Se junta dinero que será para el premio al vencedor y para la gran comida que vendrá después, a todo trapo y diversión. El ganador será festejado como un rey y el perdedor...bueno, el perdedor...mejor se pierda por un tiempo del barrio. La gente lo mirará con lástima, con un cierto menosprecio, porque en vez de ganar...perdió...será un verdadero paria y todos le faltarán el respeto.

Samuel no se sintió muy extrañado con la confidencia de Don Ernesto. Ya muchas cosas había oído de este sector. Algunos decían que allí llovía de abajo hacia arriba y con el tiempo lo pudo comprobar.

También se hablaba de una esquina donde solía juntarse un grupo de personas de distintas edades, permanecían allí contemplando una puerta verde que en el algún momento se abriría. Algunos se recostaban en el suelo y luego se levantaban sin apoyarse en nada, nadie sabía cómo lo hacían. Eran llamados los dioses, no hacían nada malo, tampoco hacían nada bueno. En sus rostros se percibía una pacífica complacencia.

En un lugar del barrio había algo parecido a un conjunto de tumbas que recordaba a los muertos del terremoto de 1906. Era un centro de reunión y de conversación con vecinas muy divertidas. Hablaban de las aventuras de algunos vecinos como la del “ Loco Quico”, quien una vez entró a una casa del barrio y se robó una moza de ese hogar. La joven volvió a casa días después y nunca quedó nada claro qué había pasado en verdad, nunca hubo demanda ni acusación, sólo se sabe que cuando el afamado loco enfermó esa moza lo iba a ver al hospital. En cosas del corazón no se sabe mucho...ocurre de todo.

Cierto día llegaron unos funcionarios del Servicio de la Vivienda, venían acompañados por unos jóvenes universitarios. En la escuela del lugar reunieron a los vecinos. El deseo de las visitas era proponer a los pobladores unas viviendas mejores que las que ellos tenían, serían construidos para ellos departamentos cómodos en el centro de la ciudad. Todos los asistentes estaban contentísimos con esta propuesta, pero algo ocurrió.

Don Juan Alfaro, un profesor, pidió la palabra y dijo:
- Todo está muy bien, pero hay un problema...los vecinos de este sector tienen junto a ellos seres muy queridos, son sus mascotas, que las hay de toda especie...¿ Dónde se las acomodará en esos departamentos ? ...Pensar que las familias se irán sin sus queridos regalones es pensar en lo imposible...

Lo que se había tratado en la reunión quedó en la nada y la gente siguió contenta y feliz con sus regalones. Era algo que las muy bien intencionadas visitas no habían considerado, tampoco habían advertido que los vecinos en sus casas tenían terrenos para sembrar. Ellos estaban satisfechos con su vida...quizás podrían cambiarla por algo realmente mejor.

Comenzaron a circular rumores sobre la gran pelea y asomaban dos varones de mucha historia. Uno era apodado Juan Diablo y el otro se llamaba Martín Vergara.

Juan Diablo, era un joven regordete, pero muy ágil, sagaz, con muchas mañas y muy ladino, impresionaba a cualquier mortal cuando lo miraba con sus ojos amenazantes. Pertenecía a la familia de los Diablos, en verdad se conocía poco de sus apellidos. Cuando Juan entró a la escuela, no hubo forma de controlarlo, fue desde pequeño una persona que no aceptaba limitaciones y poco tiempo permaneció en el colegio. Le agradaba vivir libremente. Cuando joven fue considerado líder por sus pares y cuando llegaba la primavera salía en correrías y era el temor de los vecinos. Una vez intentó raptar a una profesora. No logró sus propósitos y tuvo que alejarse un tiempo del cerro, hasta que la marea pasara. Como rival era un hombre muy peligroso, él no respetaba los principios de la buena conducta.

Martín Vergara, era un joven de buen entendimiento, pero de maneras toscas. Había sido criado por su abuela a quien todos llamaban “Doña Filósofa”, mujer muy sabia en sus respuestas y tenía muy en claro las cosas que quería cuando formulaba una propuesta..

A Doña Filósofa se le ocurrió que a Martín había que enseñarle a ser caballero y nada mejor que conversar con el profesor de su nieto. Este se entusiasmó y le propuso incluir al muchacho en una parodia que estaba preparando en la cual Martín sería nada menos que don Quijote de La Mancha.

En esta parodia Martín fue ungido caballero por otro estudiante que hacía de dueño de la venta. El problema estuvo en que Martín creyó que aquellas vueltas y revueltas de la historia caballeresca eran verdaderas y que él era en verdad caballero y esto nadie pudo sacárselo de la cabeza. Se sentía enviado por los dioses para cambiar el mundo y creía mucho en su alta misión. Esta pelea fue para él un motivo más en su lucha por el bien, derrotando a los endriagos del mal.

Llegó el día 19 de septiembre, a las 3 de la tarde, la hondonada estaba repleta de gente. Se habían colocado asientos provisorios de cualquier naturaleza. El enfrentamiento se veía prometedor. La gente quería una lucha de hombres recios. Destacaban las barras que apoyaban al combatiente de sus preferencias. Hombres, mujeres, niños, de todas las edades, vociferaban.

Cuando los contendientes subieron al ring, los ojos de Juan Diablo se abrieron más que nunca los había abierto en su vida. Martín recordaba lo que su abuela le había aconsejado: “mueve la cintura...siempre...mueve la cintura...de repente lanzas un puñetazo hacia el lado..”. Un hombre macizo y alto hizo de árbitro. Se pelearía a diez rounds.

En el primer round Juan Diablo fue una avalancha, Martín trataba de eludir usando la cintura y cuidando su rostro. En los rounds siguientes la presión de su rival fue tal que Martín presentía su pronto final. Pero él representaba el bien en este mundo y tenía de alguna manera que resistir ante las fuerzas del mal . El público rugía y se burlaba de la poca lucha que daba Martín. Pero éste continuaba en pié más por orgullo de caballero , porque los argumentos boxísticos de Diablo eran muy superiores. El problema mayor surgió cuando Martín recibió un cabezazo de su rival y quedó aturdido, pero siempre de pié. Sólo recordaba lo recomendado por su abuela, pero tampoco eso resolvía su situación.

Viendo Juan Diablo lo fácil que le resultaba su rival se lanzó sin contemplaciones ni cuidados a rematar a su contendor. Ante la andanada de golpes Martín sólo atinó a mover la cintura y golpeó hacia el lado con tanto acierto que encontró la quijada de Juan Diablo, quien cayó aturdido en la lona.

La pelea había terminado, las fuerzas del bien habían vencido.

El público enmudeció, parecía un desenlace increíble, pero lo acontecido era eso y Martín Vergara fue el vencedor, aunque nadie dudaba del poderío del vencido.

Doña Filósofa, muy presta viendo a su nieto atontado, se acercó al jurado aduciendo que ella era la apoderada y que le correspondía cobrar la recompensa del vencedor. Se le dijo que ella no había firmado nada y que el premio sería entregado sólo al ganador. Ella protestó, pero su nieto, ya repuesto, la calmó.

-Abuela, no reclames, la gente se dará cuenta que tú no sabes leer ni escribir. Han transcurrido más de sesenta años y nadie lo sabe aún. Guarda tu secreto.

Asi terminó la tradicional pelea de ese año. Una gran fiesta los alegró a todos. Siempre he creído que Samuel muchas veces habrá pensado si los escritos e informes de su oficina son tan normales, con fechas exactas para su entrega, viviendo subordinado a tanto documento. Quizás los inquietos vecinos que lo rodean podrían ser más normales que él. Ellos sólo pretenden ser humanos, discuten, ríen, se divierten, en un mundo enfermo y estresado donde muchos han olvidado vivir.

Thursday, December 08, 2005

Contentos con su Infierno


Aquel día los ángeles y los santos estaban inquietos, no los tranquilizaba pensar en los pobres demonios del Infierno y en lo mucho que estarían sufriendo allí.

Acudieron al buen Dios y le expresaron su preocupación. Observando el Hacedor los rostros de sus interlocutores, les dijo:


"Si vosotros queréis salvarlos, yo no formularé problema alguno en que vayáis al Infierno y converséis con ellos. Si esas creaturas desearan venir a vivir aquí, al Cielo, que lo hagan. Yo no colocaré reparo alguno."

Animados partieron estos santos seres. Se dirigieron al reino de Satanás para proporcionarles una buena nueva a los demonios que, de seguro, mucho sufrían.

Llegaron a las puertas del Infierno en donde el demonio-portero los dejó pasar. En esta región del Erebo les correspondió observar a los demonios más jóvenes quienes estaban entusiasmados picaneando a unos condenados con sus tridentes sin compasión alguna. No se dieron por enterados de la presencia de las recién llegadas visitas.

Los santos seres siguieron caminando y pudieron ahora visualizar a los demonios adultos los cuales estaban jugando en unas apuestas simples de cara o sello. Habían formado dos filas, la de los que elegían la cara de la moneda y la de los que preferían el sello. En sus bolsas traían las cantidades apostadas. Un demonio de color ébano y largas uñas hacía de jefe de juego. Lanzaba la moneda y, según el resultado, los demonios ganadores recibían sus premios y los perdedores entregaban el dinero perdido. Todo se realizaba con una disciplina y una honradez ejemplar. La atención de los demonios adultos estaba en el juego y poco se preocuparon de la celestial visita.

Arribaron luego los piadosos seres a un lugar donde abundaba el pasto corto; allí reposaban, tendidos en el suelo, los demonios más viejos quienes bebían un líquido semejante a aguardiente con miel; sus caras mostraban un aspecto de calmada somnolencia y en sus labios se dibujaban sonrisas, las sonrisas de seres muy satisfechos.

Uno de los ángeles les dijo:

"Habitantes de este Infierno, sabido es que ustedes han sufrido mucho en este lugar de penurias. El Dios Todopoderoso nos ha permitido venir hasta aquí para invitarlos a vivir en la felicidad del Cielo."
Uno de los demonios le respondió:

"Nosotros también quisiéramos, angelito, que usted y los suyos se quedaran a vivir con nosotros. Ustedes habrán observado que nosotros no somos infelices en este lugar, aquí lo pasamos muy bien, somos muy felices, estamos muy contentos y creemos que no puede haber un mundo mejor que el nuestro".

Los santos y los ángeles cayeron en cuenta que nada tenían que hacer allí. Al salir del Averno ni siquiera pusieron interés en unos demonios chillones, de edad desconocida, que jugaban a empujarse y hacer demostraciones de fuerza unos con otros y que se divertían viendo caer al suelo a sus oponentes. Era un juego simple que mucho los entretenía y no concebían cómo esta gente extraña que había venido a verlos no se interesara por sus juegos.

Los piadosos viajantes, estupefactos, volvieron al Cielo. Allí los esperaba aquel sabio Dios quien con su mirada lo decía todo.
Entonces, entendieron. Sí, aquellos demonios estaban contentos con su Infierno y no habría mundo alguno que proporcionara tanta dicha y contento- propia para demonios- como ése en el cual ellos vivían.

Monday, November 21, 2005

Cosas de duendes


Era una tarde de 1963, volvía del trabajo y un ardiente sol me abrumaba. Entré a una gelatería en la Avenida Pedro Montt, estaba cercana a la Plaza de la Victoria, allí disfruté un helado. Subí por calle Edwards retornando a mi casa en el cerro Bellavista. De pronto me sentí mal, muy mal...era el inicio de un estado febril, llegué y me acosté.

Mi tía me preparó una tizana que prometía ser milagrosa, pero mi mal estaba ya declarado. Aquella noche fue de mucho sufrimiento, al llegar la madrugada la habitación tomó un sombrío color rojizo. De una pared de la habitación surgió algo semejante a una ventana de marcos amarillos, un pequeño hombrecito de cara rojiza se asomó por ella, su cabello era canoso y llevaba un gorro verde y terminado en una punta larga, era un viejo de gesto agresivo, como si estuviera rabioso. En la pared opuesta había otra ventana y otro hombrecillo. Entre ellos surgió una larga y furiosa discusión, todo era un chillido ensordecedor. Yo no podía salir de ese mundillo, porque el entresueño no me lo permitía. Cuando mi tía apareció con un plato de caldo le dije que dos duendes no me habían dejado dormir. Mi tía creyó que yo estaba desvariando y que todo el asunto era producto de la fiebre causada por el helado.

Recordé que años antes, Climene, mi prima, tenía como costumbre ir al Parque Italia. Una vez la acompañé y pude darme cuenta que Climene buscaba algo en medio de las plantas de los jardines del parque, me dijo que buscaba un trébol de cuatro hojas, porque era un trébol de la buena suerte. No podía encontrarlo y se quejaba que un gnomo o duende usaba encantamientos para que ella no pudiera hallarlo.

Pero la primera persona que me habló de duendes fue mi abuelo. Entonces yo era pequeño y él me leía revistas infantiles. Me decía que los duendes tenían diversas apariencias, podrían ser niños o ancianos, de cualquier edad, porque no tenían idea del día de su nacimiento, eran de cualquier tiempo o lugar. Una vez me contó la historia de uno de ellos, se llamaba Ulises como el rey griego. Mi abuelo lo conoció en el camino que llevaba a una parcela cercana a Viña del Mar.

Ulises había vivido siempre en un bosque. Se recostaba en el largo pasto rodeado de árboles, allí cantaban los pájaros, allí convivían plantas, animales y seres de fantasía. Ulises tenía una compañera preferida, era el hada Lorigai. Ella jugaba con los insectos zumbones y las coloreadas mariposas. Tenía una mirada muy especial como que contemplaba las lejanías y le caía por la espalda un pelo de color ticianesco. Muchas veces solía acercarse a Ulises por atrás y le tapaba los ojos con sus manos. Era un mundo feliz aquél, pero no iba a ser siempre así.

Lorigai era muy hermosa, pero también era muy individualista. Los seres fantásticos del bosque la detestaban, porque la veían diferente a ellos, no se asimilaba al grupo, vivía ajena al resto de la gente. Un día llegaron ante los ancianos del arroyo, los cuales estaban a cargo del buen gobierno de los habitantes del lugar. Reclamaron por la actitud de Lorigai, siempre separada de ellos.

Los ancianos llamaron a Lorigai para comunicarle que su actitud tendría una sanción. Solamente Ulises la defendió exponiendo que cada ser era libre para pensar y actuar como quisiera, siempre que no dañara a nadie. Pero los ancianos del arroyo, reunidos en consejo, determinaron que Lorigai merecía el castigo de no vivir más en el bosque...que debería abandonarlo y no volver jamás...

Desde entonces Ulises ya no fue el mismo, la soledad sin Lorigai lo tornó en un ser triste, ya nada del lugar le alegraba ni revestía interés para él. Cierto día tomó sus enseres y, también, abandonó el bosque.
Es más, Ulises siguió los pasos de Lorigai, no sabía donde estaba. Preguntaba a muchos si acaso la habían visto...pero nunca encontró respuesta.Transcurría el tiempo...mucho tiempo...y le angustiaba pensar que ya no conocería ni el rostro de su amiga, porque el tiempo transcurría y cambiaba los rasgos de la gente. Ya no valía la pena preguntar por ella, olvidaba todo de ella...pero al menos...sí...recordaría su mirada...su mirada de horizontes lejanos. Fue en esos días cuando se encontró con mi abuelo, entonces fue cuando le contó lo que estaba viviendo y que le causaba tanta pesadumbre...

Ya mi abuelo no está...hace años se fue de este mundo y ya nunca me contó más historias. Pero en un sueño supe que al duende Ulises alguien lo había regalado y quien lo recibió fue una niña de pelo rubio ticianesco que tenía la mirada de Lorigai...

Una vez conté esta historia a una dama que leía muchos libros, que jamás se cansaba de leer...ella me dijo que regalar duendes traía mala suerte...¿Lo creen ustedes?

Friday, October 21, 2005

Tiempos de Malón


Carlos observaba la calle Valparaíso desde la ventana de su habitación, pensaba en su programa de fin de semana, o como se dice ahora "...en su carrete de fin de semana". El día domingo iría a casa de Lucy, su polola. La muchacha era la hija mayor de la familia Garzón, vivía en el sector alto de Agua Santa; otros hijos del matrimonio eran Helga, Renato y Rosa.

La visita a casa de Lucy requería el cumplimiento de una serie de estrictos mandatos de don Juan Garzón; mientras su esposa Estela velaba por el fiel cumplimiento de las disposiciones de su esposo.
En los años cincuenta del siglo pasado la autoridad paterna se privilegiaba y era acatada por todos los buenos hijos de una familia.

Previendo esto, Carlos había invitado a su amigo Hugo. Era seguro que don Juan exigiría que Lucy no saliera sola, debía ir acompañada por su hermana Helga y nada mejor que Hugo fuera el acompañante de esta hermana. Además, había un acontecimiento muy importante ese domingo, a las siete de la tarde asistirían a un malón.

El malón era la fiesta preferida por los jóvenes de esos años. Todos cooperaban con algo para esa fiesta o bien pagaban una entrada. Este hecho social se realizaba en casa de alguna familia que dispusiera de salones y espacios adecuados. El malón del cuento ocurriría en la casa de la familia Ferrer. Ya las hermanas Ferrer estaban preparando el muy gustado clery, era una combinación de vino blanco suavizado con agua y un agregado de frutas. Todo esto constituía una delicia que se servía en vasos después de algunos bailes. El paladar de los invitados siempre quedaba gozoso y no sería una persona cuerda dudar de aquello. En el "pick up" se colocaban los discos y era el verdadero motor de cualquier fiesta, siempre era el joven más entendido el que cuidaba del buen funcionamiento de este tocadiscos y por ello pedía una gratificación consistente en más clery y algunos bocadillos extras; nuestro encargado era José. Los ritmos del tiempo eran tango, bolero, zamba, mambo y algún corrido español con mucho señorío y torerío. Los Ferrer, además, eran buenos anfitriones y su casa contaba con tres amplios salones. La fiesta del momento era en beneficio de un club juvenil que los jóvenes asistentes habían constituído.

Ir a una fiesta acompañado de una pareja era de buen ver. Y esos posibles avatares del consabido domingo rondaban el pensamiento de Carlos. A las 11 de la mañana, junto con Hugo, llegaron a casa de los Garzón. Estaban invitados al almuerzo donde destacaría la buena mano de la señora Estela. A los recién llegados se les sirvió el acostumbrado tónico de la familia, cada tónico era una menuda bandeja de cristal, con un breve vaso de vermouth y unas galletas deliciosas que pedían que se las comieran... ¡eran un bocado que hasta los dioses envidiarían!.

Después vino el almuerzo dominguero de la familia Garzón. Todo era sonrisa, todo era simpatía...todo era buen humor. Pero ya los jóvenes comenzaban a preocuparse por el permiso que papá daría a Lucy y a Helga... esta inquietud no permitía estar del todo feliz.

Terminado el almuerzo, don Juan Garzón quiso leer en un sofá las noticias del diario, en el periódico abierto en toda su extensión no era posible ver su rostro, sólo eran visibles sus manos; a un señor, dueño de casa, enfrascado en la lectura, no era aconsejable interrumpirlo. La señora Estela les pedía a los jóvenes que tuvieran paciencia...el problema era que el malón comenzaba a las siete de la tarde... en cualquier momento podría saberse el ansiado anuncio del permiso otorgado por don Juan Garzón...recordemos que en los tiempos del malón la decisión y la voz del padre de familia eran asuntos serios y respetados...

A la hora de onces Carlos y Hugo trasuntaban su inquietud...pero, gloria al fin ...el padre de las niñas las había autorizado para que fueran al malón...acompañadas de su hermano Renato... Tenían permiso, pero deberían llegar a casa puntualmente a las doce de la noche...de lo contrario, el asunto se tornaría terrible...

Al malón, los varones iban con trajes oscuros, azul o negro, pelo de corte regular y corbata, la cual era reemplazada por el uso de una "humita". La familia anfitriona requería a sus hijos no permitir la entrada a personas desconocidas, este proceso de selección aseguraba una fiesta tranquila.

En el malón sería coronada María Zapata; su hermano Eduardo, activo agente de ventas, se había jugado para que María fuera la elegida entre varias candidatas. Muchos jóvenes ya habían llegado, estaba Marcos Marsh quien iba a todas las fiestas, pero no bailaba porque sentía vergüenza y no se atrevía a invitar a bailar a ninguna chica ya que le causaba pánico ser rechazado y se escondía detrás de los demás conformándose con algunas conversaciones y con los comestibles que le llegaran, en todo caso era un personaje siempre presente, con unos lentes que lo hacían respetable.

El que destacaba en todos los malones era Samuel Cancino, el preferido de las niñas, mozo de buena estampa y deportista, tenía cierta semejanza a William Holden, el protagonista de la película "Picnic", él se sentía como un dios olímpico en medio de tantas preferencias femeninas. El resto de los varones sufría la envidia, pero sólo tenían que conformarse con su suerte, el rey de copas lo acaparaba todo. Más de un rival estaría pensando que no se creyera que esto sería siempre así, que Samuel también era mortal y que para los días en que las veleidades cambiaran por otro, él tendría que aceptarlo...porque la vida es así... tiene muchas vueltas...

Hugo había sido escogido como poeta laureado, debía leer el discurso a la reina, se veía nervioso, pero un poco de clery levantó su ánimo y demostró sus buenas dotes de vate. Todos lo aplaudieron y la reina María, ya coronada, le pidio como regalo el encendido discurso.

Finalizada la coronación, todos volvieron a la diversión del baile, con canciones de "Los Cuatro Ases" , con "Querida Mía" cantada por Don Cherry y Eylen Wilson, el ritmo de zamba de la canción "Ilusión" en la voz del español Luis Mariano y un bolero, "Abrázame Así" con la melodiosa voz de un joven cantante nacional llamado Lucho Gatica.

El malón siguió en su cadencioso transcurrir hasta que el reloj anunció las doce de la noche y comenzó la triste despedida, algunas parejas insistían en seguir comunicándose sus cuitas. Otros gustaban los últimos vasos de clery. Las niñas eran apuradas por sus hermanos o pololos...porque las horas de este malón habían terminado.

Esos fueron los tiempos del malón, ya lejanos están ...Carlos no se casó con Lucy...José partió un día a Estados Unidos y lo último que se supo es que vivía en Nueva York...de la reina María nunca más se supo...la familia Ferrer se trasladó al sur de Chile...camino por la Avenida Valparaíso, frente al "Samoiedo" y veo gente conversando...y...sin pensarlo...recuerdo también aquellos rostros del tiempo que pasó, con recuerdos que imaginamos más hermosos y perdidos en la bruma...que vivimos alguna vez...quizás la carta amarilla más sentida...quizás la rosa selvática que llevamos escondida en nuestro más íntimo secreto...

Saturday, September 17, 2005

La niña de Gorliz, España


Desde las cinco de la tarde del 17 de julio de 1936 ya las cosas no fueron iguales en aquella ciudad vasca, los escasos años de la niña no permitían comprender qué sucedía y que ocurriría en los días venideros. Ella no podía saber lo que ni sus padres podían comprender. Había sí un sentimiento dominante cuyo nombre era guerra civil, era un hecho histórico que separaba a los españoles en dos sectores; es más, era una confrontación fratricida, maniquea, o se estaba a favor o se estaba en contra. Todo esto le ocurría a un pueblo "apasionado". Los factores emocionales y psicológicos gravitarían en el conflicto que se avecinaba.
Nadie se atrevería a pensar que esta mal llamada guerra civil significaría un millón de vidas humanas, que sería elegida esta nación de gente maravillosa como campo de experimentación de potencias foráneas. Hubo verdugos, ciegos y bobos, todos igualmente culpables. Esta es la historia de un genocidio feroz, con un país desgarrado de por medio, todo ello mueve a la indignación.
En este conflicto la verdad no tuvo domicilio y todo fue una lucha con pasión en las ideas, y nadie pudo situarse tan por encima del bien y del mal para ser siquiera propietario de esa razón, sólo los años irán trayendo una perspectiva de lo que fue, pero para los que vivieron este acontecimiento no hubo respuesta que los reconciliara. En este fuego no hubo enmienda, hermanos sanguíneos se mataron entre sí, hubo encono, hubo revanchismo, no hubo avenimiento. Hubo razones primeras para morir y luego para vivir sin razón.
Pero los tiempos cambian, las generaciones se renuevan, el mundo sigue su curso, hasta los odios más ancestrales terminan. Han transcurrido varias décadas y la nación española es otra, es posible que su gente luminosa haya aprendido de tan duros acontecimientos. Pero la niña del comienzo de este escrito, ya no está , ella se fue a un país lejano con sus padres y de ese viaje extraño deseo hablar en mi sitio blog http://espana-chile.blogspot.com

Saturday, September 10, 2005

El velo de la inocencia


En los años sesenta la Avenida Pedro Montt era el centro de atracción de Valparaíso, con activos y bullentes negocios, una muchedumbre constante de gente muy animada y con cines que exponían monumentales anuncios de películas donde destacaban rostros de actores y de actrices que eran toda una leyenda. Para ingresar a esos cines era necesario conseguir las entradas con mucha anticipación; las encargadas de boleterías y los acomodadores eran personajes sonrientes y simpáticos. Disfrutar de una buena película era lo que más deseábamos.

Los cines tenían una edificación que presentaba un estilo de art decó, que aún se encuentra en Miami y en algunos lugares de Valparaíso adyacentes a la Plaza Victoria.

Una vez asistí a uno de esos cines, la película era italiana, se llamaba "Il Sorpasso", se refería a un hombre casi cincuentón, Vittorio Gassman, quien buscaba el "divertimento" surcando por las calles de Roma en su automóvil. El vehículo tenía el poder de convertir a este hombre en un ser grandioso, le permitía mostrarse mejor que los demás, sobrepasando en velocidad a todos los conductores. Vagaba por la vida buscando siempre entretener sus días. Su matrimonio se había esfumado por el peso mismo de los hechos, su esposa se puso a trabajar y dejó de creer en un individuo bocón y blufero. Su hija estaba relacionada con un señor el cual tenía casi la edad de su padre, pero que era capaz por su situación económica de dar a la joven la seguridad que nunca su padre le había proporcionado. Para ella, su padre era como un personaje extraño que veía como un suceso inexplicable, que pasaría pronto y no dejaría rastro, su padre era un ser simpático, pero no había que tomarlo tan en serio.

El cincuentón se detuvo cerca de la Plaza España. Llamó su atención un joven estudiante cuya edad no pasaba de veinte años. Su mirada demostraba la timidez de la vida temprana y de reojo miró al cincuentón quien mostraba una actitud desenfadada.
- Muchacho...¿Te agradaría pasear conmigo?...hoy la ciudad te invita a vivirla.
El joven no respondió...¿cómo iba a confiar en ese desconocido?
-Vamos, muchacho, no desconfíes de mí, no te voy a hacer nada. ¿Crees, acaso, que soy uno de ésos?...No, no lo soy. Si lo fuera, no tendrías tampoco de qué preocuparte...no eres mi tipo...

El joven, representado por Jean Louis Trintignant, al final accedió. Se juntaban así un ser ya de edad y que había vivido la vida a su manera, con un muchacho ingenuo para el cual el cincuentón era como un verdadero Pigmalión.

El joven sugirió al cincuentón que lo llevara a visitar a unos tíos muy queridos, deseaba contarles lo feliz que se encontraba en la Universidad estudiando leyes, así podría seguir los pasos de su primo Ettore, hijo de los tíos. El estudiante tenía una imagen idílica de sus parientes, era como una familia perfecta, sin tacha alguna, donde todo estaba bien, demasiado bien, beatífico quizás.

La casa de los tíos era la típica de la burguesía italiana. Ellos recibieron sonrientes al joven y a su acompañante, todos se sentaron a conversar de sus vidas, estaban los tíos, el mayordomo quien era una persona de mucha confianza, casualmente estaba el primo Ettore con su esposa.

En la conversación tomó preponderancia Ettore, hombre mediana edad y en pleno ejercicio y goce de su profesión.

-Primo, he sabido que estás estudiando leyes. Mira, si tú eres estudioso, como fui yo, y te dedicas a tu profesión serás un hombre feliz...tendrás un auto último modelo...también tendrás una hermosa casa en el mejor lugar de Roma...tendrás una villa en la Romagnola...y tendrás un lugar veraniego en el balneario de Ostia...

A todo lo que decía su esposo, su mujer asentía y sonreía...sí...para ellos ésa era toda la felicidad...el joven no sabía qué pensar...qué pensar...

El cincuentón se acercó a él y le espetó en voz baja...
-Ves...escucha...ésa será tu vida feliz...tendrás un auto último modelo...tendrás una gran casa en Roma...tendrás una villa en la Romagnola...tendrás un lugar de verano en el balneario de Ostia y tendrás...una mujer ...tonta y estúpida...que por todo se ría y siempre te diga que sí...

En verdad, por muchos años, creí que la mujer de esta película era tonta y estúpida... pero este asunto me estaba llevando a meditar mucho y .."lo que mucho se piensa, se torna sospechoso..."; me preguntaba si realmente la mujer eran tan tonta. A lo mejor, podría estar simulando su risa y su aceptación; quizás estaba llevando a cabo su propio juego en un mundo donde se disimula, especialmente cuando hay intereses de por medio...no sé...
La conversación familiar se tornaba amable y relajada, el cincuentón observaba al mayordomo, a Ettore, luego centró su atención en los tíos. Parecía que había realizado un descubrimiento. Llamó al joven prestamente:
-Mira, he observado los gestos y los ademanes de tu primo Ettore...se asemejan a los del mayordomo. Es más, ambos mueven el pulgar de la mano derecha de la misma forma, es como si fueran mellizos, a no ser por la edad... no se parece a tu tío...
El joven enmudeció cuando confirmó lo dicho por su amigo. Miró a su tía, quien charlaba con su nuera que reía. Fijó la mirada en su tío sintió que su corazón le golpeaba...al parecer los dichos de este amigo concordaban con lo que él veía... Este nuevo compañero con sus observaciones le estaba destruyendo su visión inocente de la vida...de aquella vida "como debe ser", ya su familia no era la misma para él, el velo se había desgarrado. En todo caso, el cincuentón no era el culpable, el sólo mostraba lo disparatado e indeterminado de las cosas humanas. Ya no quedaban altares que contemplar y adorar. La vida y sus personajes seguirían su camino, nada cambiaría la quietud ni la sonrisa de la gente.

Tuesday, September 06, 2005

Día de Protesta


Muy temprano sonó el teléfono, era la voz de don Carlos Sherman, auxiliar del Liceo "Pedro Montt", había inquietud en esa voz:
- Don Luis, El Liceo ha sido tomado por los alumnos, parece que se quedaron anoche al interior del Establecimiento, después del ensayo de la Banda, quiero saber cómo procedo.
- Don Carlos, trátelos con la naturalidad de costumbre y sugiérales que se mantengan tranquilos y que no admitan a personas extrañas. Llegaré allá lo más pronto posible.
Hacía un mes que circulaban rumores sobre el traspaso del Liceo a una Corporación Particular. El Alcalde de Valparaíso estimaba que el Establecimiento sufría del mal de "una muerte anunciada". Yo pensaba distinto, un Liceo con matrícula en aumento, considerado como Colegio piloto en la colocación de Computación, que gozaba de buena salud, sólo podría morir, estando sano, de tanto anunciarle la muerte.
La comunidad de padres, alumnos y profesores estaba muy inquieta. El suceso de esta toma era algo previsible.
Al llegar al Liceo, observé que la Avenida Alemania estaba abarrotada de gente, en las ventanas del Local colgaban lienzos con leyendas de protesta y una camioneta con parlantes circulaba por el lugar, deteniéndose en la Plaza Bismarck.
Se acercó un oficial de Carabineros y me dijo:
- Señor, si usted así lo dispone, procederemos al desalojo de los estudiantes de la toma.
Aduje que no era necesario, que los jóvenes se mantendrían en calma, la Avenida Alemania no tendría problemas con el transporte de vehículos, que el asunto lo iríamos tratando en el transcurso de la mañana. Yo sabía que una entrada de la fuerza pública no era aconsejable, los estudiantes se resistirían, habrían lesionados, la situación se tornaría muy grave. Hablé con los dirigentes estudiantiles y les pedí tranquilidad, a cualquier muchacho inquieto o violento ellos deberían sacarlo sin contemplaciones.
Al atardecer me llamaron de la Corporación Municipal y me informaron que la Alcaldía había desistido en su propósito de traspasar el Liceo. A la mañana siguiente comuniqué a la comunidad liceana la decisión de la autoridad. Agradecí, asimismo, el apoyo del Colegio de Profesores de Valparaíso.
Comprendí, en ese instante, que el Liceo ya no era el mismo. Empezaba a entender el lugar donde estaba. Siempre lo había imaginado como un ente incomprensible, su problema estaba en el origen, provenía de la fusión de un Liceo con una Escuela, ambos habían tenido su propia historia, pero ahora tendrían que vivir juntos un presente distinto.
Me unían muchos lazos tanto con los profesores de la rama básica como de la media, mi origen estuvo en ambas realidades. El Liceo "Pedro Montt" tendría que considerar la rica historia de lo que fue la escuela, también necesitaba tener en vista los aires nuevos de un Liceo que tuvo su nacimiento en un ambiente típico porteño como los son los cerros Alegre y Concepción.
El Liceo, además, debería abrirse a las nuevas corrientes que llegaban a la Región como era la tecnología, la llegada de nuevos personajes que hablan otros idiomas y que nos cuentan de otras comarcas del mundo, diversas formas de entender los acontecimientos, entender que ya no somos un grupo humano cerrado y estático, que debemos continuamente actualizarnos y ser lo bastante curiosos para poder entender lo que estamos viviendo. Quien no lo haga así corre el riesgo de ser considerado fatalmente un ser del pasado viviendo en un presente que ya no será de él, porque ya no tendrá ninguna misión que cumplir.